A fines del verano o comienzos del otoño aparecen los membrillos en los puestos de la feria, y yo nunca dejo pasar la ocasión para comprarlos y preparar la jalea de membrillo. Mi técnica es diferente a la que utilizaba mi abuela, ya que las dos perseguíamos fines diferentes. Ella necesitaba una gran producción de dulce de membrillo, para poder hacer sus famosos pasteles de hojaldre durante todo el año. Con lo que descartaba de los frutos para la fabricación del dulce (cáscaras y semillas) hacía jalea, que rendía unos poquitos frascos de los cuales yo siempre recibía alguno. La jalea era muy poca, y por suerte a los que nos gustaba también.
A diferencia de mi abuela, yo quiero producir jalea, cuanta más mejor. Y con la pulpa que queda de los membrillos hago mermelada, que luego utilizo para hacer la pastafrola. Tal vez algún día me anime a hacer sus pasteles y tenga que cambiar mi estrategia, pero por ahora no he logrado juntar coraje. Dejó el listón muy alto.