Preparar los raviolones de cordero era un desafío pendiente, al que le venía dando largas. Y hacerlos libre de gluten agregaba otra dificultad, ya que hace poco tiempo que incursiono en ese tipo de cocina, y todavía me genera algunas inquietudes, y algunos fracasos también.
Cuando ya no podía seguir escurriendo el bulto, sin que se descubriera mi cobardía, le puse fecha al evento, y quedaron hechas las invitaciones para la esperada degustación. Enseguida comencé a elaborar mis listas de compras y de tareas, que siempre me aportan tranquilidad.
El primer punto a resolver fue como preparar el cordero para el relleno de los raviolones. Me pareció que la mejor opción era cocinarlo con la técnica de braseado, para no correr el riesgo de que rompiera la masa, pero conservando la textura de la carne. Algunas de las verduras que iba a usar durante la cocción, podría luego, utilizarlas para el relleno, y otras para la salsa, (por aquello de que nada se pierde, todo se transforma). Esta tarea quedo planificada para el día anterior a la comida.
La receta de la masa de los raviolones la explicaron en un curso de cocina para celíacos al que asistí, pero nunca la había preparado yo misma, así que la releí con mucha atención y no modifiqué ningún ingrediente en este primer intento. Esta tarea tenía que ser realizada el mismo día, así que tomé nota de que me iba a tener que levantar temprano ese domingo. De todas formas, conformé a mi parte obsesiva, permitiéndome dejar todos los ingredientes pesados y cernidos desde la noche anterior.
Esa mañana, con el delantal puesto, un taza de café en la mano y Serrat alentándome desde el equipo de música, entré a mi cocina. . Hoy puede ser un gran día.